viernes, 30 de junio de 2017

CINE TEATRO ALHAMBRA DE IQUITOS

¿Qué es lo pasó con este hermoso Centro Cultural?

El año 1898, en un terreno desocupado de la Plaza Principal y frente a la Iglesia Matriz de Iquitos los señores Francisco de Paula Secada y Clemente Alcalá deciden adquirir esta área con el objeto de instalar un carrusel para el divertimento de grandes y pequeños; cuatro años después, don Eduardo Fullher, adquiere este ambiente y mediante una remodelación completa lo convierte en cine teatro donde aun se pasaban películas mudas con proyectores marca “Edisón”, manejadas manualmente; pero también como era teatro, comenzaron a llegar compañías de operas, zarzuelas, teatro y orquestas sinfónicas, años después don Manuel Bonilla Meneses adquiere esta propiedad y lo convierte en un verdadero lugar de espectáculos, centro cultural y orgullo no sólo de la ciudad de Iquitos, sino de todo el Departamento de Loreto y parte de la Amazonía donde se proyectaban películas de acuerdo al devenir la tecnología moderna y con la concurrencia de artistas famosos de la época y donde se llevaban a cabo todas las actividades culturales y folklóricas de todo el Departamento Loretano, construida con hermosos palcos, adecuadas galerías y una esplendida platea con un aforo cómodo para las personas que concurrían a los diversos eventos que se llevaban a cabo en esta sala.

Con el transcurrir de los años, a este gran Cine Teatro “Alhambra” y todas las demás salas cinematográficas que ya existían en Iquitos, como el ”Excelsior”, “Belén”, “Bolognesi”, etc., lo tomo en alquiler la distribuidora de películas J. Calero Paz, de Lima, nombrando como Supervisor al Sr Francisco (Paco) García y como Administrador al Sr. Rafael Riera Martínez, personas hábiles e inteligentes, donde se exhibían diariamente películas en simultáneo y se contrataban eventualmente artistas de talla internacional para su presentación en el Cine Teatro “Alhambra” que eran verdaderos éxitos taquilleros.

Es así que el año 1956 don Paco García, sufrió un accidente automovilístico fatal, donde falleció, y por tal motivo el puesto de Supervisor que tenía quedó vacante y ocupado de inmediato por un familiar del Sr. J. Calero Paz; es en esta circunstancia y siguiendo las estipulaciones se contrato a un elenco mexicano para su presentación y debut un día sábado por la noche en el “Alhambra”,  pero no pudieron hacer su arribo oportunamente por que el avión que los traía de Lima encontró mal tiempo  en Iquitos.- El teatro estaba completo, se había vendido hasta el último boleto y ya había pasado más de media hora anunciada para que hagan su presentación los artistas, el público comenzó a impacientarse, se escuchaban silbidos y bulla especialmente de las galerías.- Dada esta eventualidad, el nuevo supervisor se subió al proscenio y con palabras subidas de tono se dirigió al público, el mismo que estallo en improperios y se produjo un caos en el interior de la sala, rompiendo todo lo que tenían a la mano, y como no faltan personas con malos instintos, provocaron un incendio que no pudo ser contenido.- Es así como desapareció este bello centro cultural  de la época del caucho, que más de medio siglo sirvió a la sociedad loretana.- De aquello sólo queda una fotografía para el recuerdo. 
Ricardo Riera Martínez

lunes, 26 de junio de 2017

EL NIÑO Y EL TORO

Don José  con sus 76 años a cuestas y más los achaques de la enfermedad bronquial que  sufría , como consecuencia del accidente que tuvo, por la necesidad   de trabajar en alturas considerables; acostumbraba a leer el periódico del día sentado en una mecedora a la vera de su casa a partir de las 6 p. m. aproximadamente, el  lugar era tranquilo por donde transitaba poca gente que cordialmente le saludaba, y donde sus nietos acostumbraban a jugar correteando y dando saltos, siempre bajo su vigilancia.- Se dio el caso, que el vecino que  vivía al frente  y que era un empresario ganadero, tenía un terreno baldío como prolongación de su propiedad, donde se encontraba un toro de raza cebú atado a una estaca , que había comprado para llevar a su ganadería y realizar el cruce de ganados para mejorar la raza; ocurrió que en esta situación  que el menor de los nietos de don José, Jorge Antonio, de aproximadamente 4 años, se acercaba sigiloso hacia el toro, al darse cuenta don Pepe del peligro que llevaba su nieto, se acordó de sus tiempos mozos y corrió tras el nieto.- Felizmente no paso de un susto.
Ricardo Riera M.

sábado, 24 de junio de 2017

MI ABUELO



- ¡Margarita! ¡Margarita! ¡Papá se ha caído! 

Mi tía Julia entró corriendo a mi casa mientras llamaba a gritos a mi mamá. Mi mamá dejó lo que estaba haciendo y casi al instante partió corriendo con mi tía. Las dos estaban llorando.  
Mi hermana y yo habíamos estado jugando en la puerta de la casa y vimos y oímos todo. Nos quedamos muy asustadas con lo que había pasado. Estábamos de vacaciones del colegio y nos pasábamos el día entero jugando y paseando por el pueblo. 
José Riera con Doña Virginia y con sus hijos Margarita,
 Julia , Ricardo y sus nietas América Lina y Alba Virginia.
 Éramos chicas, pero entendimos que mi abuelo se había caído y que debía ser algo muy grave. Nunca habíamos visto a mi tía Julia corriendo y gritando así. Tampoco habíamos visto nunca llorar a mi mamá. Si lo pensábamos bien, creo que era la primera vez que veíamos llorar a un grande. 

Mi abuelo era alguien muy especial para nosotras. Hablaba diferente porque no era peruano, era español, de Cataluña. Todo el tiempo estaba en sus obras de construcción. Caminaba siempre con su sombrero de paja y un metro plegadizo en el bolsillo trasero del pantalón. Me encantaba quedarme mirando las gradas de la iglesia donde estaba escrito su nombre y la palabra "arquitecto".Sonaba importante. 

Era un hombre muy serio, de pocas palabras. A pesar de eso, era muy cariñoso con nosotras dos y con sus demás nietos, que llegaron después que nosotras. Cuando nos veía venir caminando por las calles de mi pueblo, nos hacía señas y nos tomaba de la mano. Era una delicia ir por la calle a su lado, me encantaba ver que todos lo saludaban con respeto. Le trataban de usted, yo le decía abuelito. Así, de su mano, nos íbamos a tomar una gaseosa o algún dulcecito que nos invitaba. Nosotras, felices. 
 Ese día de la caída, mi mamá regresó a casa ya de nochenos contó que mi abuelo se había caído cuando revisaba el techo de un hospital que estaba construyendo. Un obrero que sujetaba la escalera se descuidó. Fue una caída grave, le pusieron yeso del cuello a la cintura, que llevó durante varios meses. Después de eso, tuvo que caminar apoyado en un bastón. 
 Mi abuelo se recuperó y continuó trabajando.  

Han pasado muchos años y su recuerdo sigue, como su nombre escrito en las gradas de la Iglesia de mi pueblo. 

América Lina Orbe Riera